Los días de sol no le gustan, le parecen muy brillantes, prefiere las tardes, aquellas que llegan después de una lluvia torrencial de medio día, después de que las nubes se han desaparecido del cielo y solo se respira una especie de niebla espesa que se mantiene sostenida a ciertos centímetros del suelo.
Su piel es blanca como la sal, su pelo negro y sus ojos verdes profundos le dan un aire misterioso y de ultratumba, como debería ser. Eso no quiere decir que yo la haya visto alguna vez, sino que me han contado, he escuchado que a eso se parece, tampoco me gustaría encontrármela.
Con el sol oculto tras las montañas liberando un último resplandor rojo, sale a caminar por la ciudad, buscando un poco de calma para su espíritu, del cual cree carecer. Vaga por las calles, prefiere aquellas que están bien pavimentadas, no soporta tener que esquivar las grietas de una ciudad envejecida y decrépita. Busca un plan, alguien que se quiera acostar con ella, está desesperada y no sabe que hacer, así que simplemente se ofrece como una alternativa a cualquier errante que se cruce en su camino.
No disfruta su labor, pero sabe que su condena es lo único que tiene, parece disfrutarlo, seduciendo almas ilusas, jóvenes, prometiéndoles fama eterna, libertad, placer, siendo todo una farsa, ella lo sabe, nadie se salva. Después de lograr su cometido la desilusión, instantánea, podría pensarse que sus victimas no se dan cuenta de su fracaso y del engaño al que han sido arrastrados, pero sí, en un instante que no puede ser captado, pasa la verdad en frente de sus ojos y demasiado tarde ven que todo ha sido un engaño, una mentira y que nada pueden hacer para evitarlo.
Ella ha tenido mucho tiempo para conocerse a si misma, sabe que no es más que el reflejo de una necesidad de poder, de control, que se ha personificado para generar temor y al mismo tiempo emanar sensualidad, parecer atractiva para atraer y cegar.
Sabe que solo es una representación, que no existe, que solo ha sido durante toda la historia una idea poética, una excusa romántica para convencer jovencitas, pero la consuela saber que su sensualidad es la única que mantiene al margen una población cada vez más numerosa y viciada, es la razón de su existencia.