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Anoche estuve deambulando sin poder dormir, la ciudad se hallaba inmersa en una aurora de temor que se esparcía por sus calles silenciosas. Como un simple adolescente me dediqué a buscar fortuna en un lugar completamente abandonado, la peor de las pestes caía y los sobrevivientes eran pocos. Comenzó como un simple experimento y parecía inofensivo, la primera vez que lo escuché me pareció interesante, luego, simplemente se volvía inevitable, ni rastro de humanidad quedaba. Una de las sustancias más adictivas, bizarras y extremamente retorcidas corría por mi cuerpo, por mis vasos sanguíneos dilatados que no me permitían ver lo suficientemente bien como para poder controlar mis extremidades, ni mi voz, ni mi mente. Adrenocromo, una hormona que solo se encuentra en el cuerpo humano, producida por la glándula pituitaria, donde Aristóteles creía que se producía la flema, está la fuente de la vida eterna. Es necesario consumirla lo más fresca posible, el valor necesario puede ser demasiado, ser discreto, ubicar el objetivo, preferiblemente joven. Con la mente fría se ubica el puñal en la nuca de la victima desprevenida y se realiza una incisión lo suficientemente certera para llegar a la yugular, rápidamente, retirar el puñal y dejar sangrar hasta el desplome. Todo depende de la precisión ya que un mal procedimiento puede resultar en un torbellino de agonía innecesaria. Posteriormente se procede a realizar la extracción de la glándula tan deseada, se debe tener un conocimiento suficiente de la anatomía humana ya que un inexperto podría no identificar el órgano o incluso dañarlo. Una vez extraída se debe masticar para exprimir la mayor cantidad de la hormona posible. Cada vez que lo hago algo me hace pensar en esas películas de zombies que siempre son malas, un montón de gente que camina arrastrándose y que babean en busca de cerebros, yo me imagino como un hombre lobo, algo voraz, que tiene todo bajo control, que sus movimientos son indetectables, que ataca de una manera certera a su víctima y continúa su camino en la oscuridad, que nunca se le ve de día e infunde temor en la población la cual lo considera un mito, que creer que un ser tal es solo fruto de la imaginación, pero que en el fondo prefiere caminar por la mitad de la calle evitando las zonas oscuras detrás de los árboles ya la vuelta de cada esquina. Nunca recibiré mi merecido y no le temo a la muerte, la he visto a los ojos y ha salido corriendo, todas las noches seguiré buscando, acechando en las frías calles de la enferma Bogotá.
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