jueves, 28 de enero de 2010

Capítulo XVIII

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Before our innocence was lost, You were always one of those, Blessed with lucky sevens, And the voice that made me cry .


Decían que estaba loco, y tal vez lo estaba, lo cierto es que nunca fue lo mismo desde que los separaron, uno se llamaba negro y el otro se llamaba blanco, tenía los tornillos que le faltaban a su corazón, los tenía todos.

Andaba por la calle, sin realmente ver a nadie, sabía que fue él el que ordenó que se lo llevaran de la ciudad, una ciudad tan despiadada no era un lugar apropiado para crecer, y menos el centro, pero no podía soportar la idea de no tener a su amigo blanco a su lado.

Vivieron años juntos, desde que se escaparon del orfanato donde los obligaban a coser zapatos, caminaron por la ciudad hasta llegar a lo que considerarían su hogar, un carro Volkswagen abandonado debajo de un puente. De vez en cuando tenían problemas con la justicia, pero no por razones mayores al hambre.

Blanco tenía un sueño, vivir al frente del mar, en una casa que harían de madera, sembró una semilla de manzana cerca de su casa, pero no crecía, su estación favorita era la primavera, le brindaba alegría, el invierno lo hacía llorar, lo hacía llorar.

La ciudad crecía de forma acelerada, no importaban las almas que la habitaran, las ignoraba y pasaba por encima de ellas, ciertamente nuestros personajes eran un estorbo al desarrollo, se convirtieron en un problema, tanto así que el hombre más rico de la ciudad en persona se encargó de que fueran perseguidos.

No estaban seguros en ninguna parte, los guardias tenían la orden de aniquilarlos, éstos guardias tenían algo en particular, no eran humanos, ya se decía que sucedían cosas extrañas en esta ciudad, pero éstos guardias eran el seguro contra todo tipo de revuelta en la población y el seguro para el poder de quien los manejara.

Una noche descubrieron donde dormían, tuvieron que salir corriendo, llegaron a un callejón, fueron golpeados, lanzados contra las paredes con una fuerza impresionante. A punto de morir negro, blanco coje una botella y la rompe contra la cabeza del guardia, inmediatamente salen corriendo.

Teniendo que saltar de techo en techo, blanco se cae, se golpea fuerte, cae sobre su espalda, negro, quien logró caer sobre una pila de basura lo recoje y lo lleva, pero de igual manera son alcanzados y lanzados hacia el cielo por este guardia que los perseguía, blanco cae sobre el techo de un edificio, negro y el guardia caen a través del techo de una bodega. Al tomar conciencia negro se da cuenta del charco de sangre que emana de la cabeza del guardia, se pregunta cómo estará blanco, sin darse cuenta que el guardia se levanta y lo coje por la cabeza, lo levanta a dos metros, desenvaina su espada. Cae un chorro, el guardia se detiene, cae un fósforo, se quema, se quema.

Corren, blanco susurra incongruencias, no puede caminar por sí mismo, tienen que salir de esa ciudad, blanco se desespera, necesita su muñeco de trapo, la dejó en la casa, negro va a recojerlas, advirtiéndole que no se moviera de donde estaba, refujiado detrás de unas canecas de basura, ya iba a oscurecer. Blanco recuerda que no ha regado su planta, por eso no crecía, tenía que regarla.

Negro pierde a blanco, no está, llueve, regresa a la casa. Sentado, esperando, llega blanco, ha sido encontrado por un guardia, tiene una espada atravesándole el estómago, se desmaya en frente de negro, le dice que los peces vuelan, que muy pronto pasará el invierno.

Dicen que es un milagro cómo había logrado sobrevivir un niño con una herida tan grave, negro no se separa de él ni un segundo, hasta que despierta, le dice que todo estará bien, que se irían de esa ciudad y que vivirían en el mar y que haría una casa de madera y que nunca habría invierno. La orden es enviar a blanco a una casa donde lo cuidaría la autoridad, así se llevó a cabo.

Blanco, seguro, negro, solo. Las noches se hacían cada vez más largas y esta oscuridad se apoderaba del corazón de negro, al ser perseguido, no podía dormir, desarrolló una sed de sangre, cada vez más seguido eran asesinados hombres de negocios, en la ciudad se generó un mito urbano alrededor de él, se dice que se volvió loco, se dice que si se le menciona tres veces te asesina, y en ciertos casos era cierto.

Así pasó muchas noches, tratando de encontrar un poco de cordura, lo cierto era que viviendo en la ciudad nunca nada sería como lo fue. Un ente era la mayor parte del tiempo, no se daba cuenta de lo que hacía, era puro instinto, de repente, un día se sintió conectado, aquél al que no había visto hacía años ya, sabía lo que pensaba, lo que era fundamental, asesinar, se enfrentó sólo a los guardas, llegó al despacho, ya estaba muerto.