sábado, 12 de enero de 2013
Teoría del ajedrez
Dos factores para el movimiento de información, influencias y velocidad
Poder sobre las mentes del pueblo y el territorio representado en el tablero.
El pueblo con diferentes opiniones y posiciones frente a los poderosos debido a que se trata de ente común que lo único que desea es lograr su propia supervivencia pero siempre sujeta al campo de dominio de la autoridad a la cual deba tributar en su territorio.
Peón, representa la armada de tierra, la vanguardia a sacrificar, ejerce poca influencia y tiene movimientos lentos, limitados entre mas lejos se encuentren de su base, compuesto principalmente por cuerpos y mentes jóvenes, mal entrenados e informados de los rigores de la guerra, ansiosos e incitados por discursos energéticos con promesas de honor y gloria avanzan con ímpetu para verse luego detenidos en una batalla de trincheras al frente del enemigo en la cual no podrán avanzar ni un centímetro. El movimiento de las tropas debe ser gradual y en conjunto, esto con el fin de proteger los flancos, debido a que por si solos no ejercen mayor amenaza y son bastante vulnerables. En ciertas ocasiones suelen ser utilizados solo para ceder el turno, distraer o sacrificar
Alfil, se mueve en los limites de su catedral y en la mente de sus fieles, sin embargo su influencia se encuentra unicamente en su congregación, por lo que solo se puede mover en su color. Procuran consuelo y esperanza, establecen los preceptos morales diferenciando al bien del mal, dividiendo la luz de la oscuridad, el cielo del infierno sosegando las almas y brindando entretenimiento como la forma mas efectiva de gobierno y control de masas. Sus movimientos se asemejan a los rayos de luz que proyectan la fe sobre el pueblo iluminando las mentes y espíritus de los súbditos.
Reina, adorada por todos, gran influencia que dirige sus mandatos a gran distancia y velocidad. La reina tiene poder porque es mas cercana al pueblo, siempre esta en su color, representa el imaginario fantástico, los cuentos de hadas, gentil, sensata, sensual, de sangre fría, capaz de tramar las mas intrincadas conspiraciones y las peores traiciones, siempre logrando grandes proezas, sin dejar de ser la ficha que más se debe proteger. Entre unas de ellas; Cleopatra, Helena de troya, Victoria, Isabel la católica, Catalina la grande.
Torre, largo alcance amplia visibilidad le permite controlar bastos territorios y sirve de bastión para la protección del rey sin embargo se corre el riesgo de quedar acorralado. De gran peso y resistencia sin embargo esto le causa tener únicamente movimientos rígidos
Caballo, saltos y movimientos ágiles y veloces le permiten invadir territorios y expandir la influencia militar de largo alcance a todo su alrededor, de la misma forma evade amenazas y puede atacar un mismo objetivo desde distintos lugares, siempre con sigilo. Siempre va al color diferente de donde se encuentra, invadiendo territorios gracias a su gran poder militar y a que representa la forma mas rápida de moverse de la época. El caballero no se mueve en ele como mucha gente piensa, en realidad es en zigzag moviéndose hábilmente y sin ser detectado.
Rey, gran poder de decisión movimientos limitados, como un capitán en su barco debe permanecer hasta su hundimiento, huyendo como cobarde y protegido a toda costa
Se puede pensar en el tablero como un campo de batalla con sus dos castillos de paredes protegidas por murallas impenetrables cuyo poder defensivo se plasma en las torres evidenciado en sus movimientos largos y en sus ángulos rectos. Las tropas de soldados estacionados en la vanguardia, a lo largo del reino, en gran numero y tempestad, la primera línea de ataque y defensa. La caballería, con sus establos estratégicamente ubicados justo detrás del las murallas listos para atravesar las filas del batallón y arremeter contra el enemigo. En las cimas de sus catedrales, monasterios y bibliotecas se encuentran monjes y sacerdotes enclaustrados por su devoción, se proclaman desde lo alto capaces de advertir el peligro y extender su dominio a gran distancia, que si se le mira bien su ficha se asemeja a un peón encima de una torre. Finalmente, en la región mas protegida del tablero se encuentra la familia real simbolizando lo soberanía nacional, su carácter agresivo y defensivo, potente y temeroso, dominante y recluido, temerario e indefenso, cualidades afines a todo gobernante.
miércoles, 23 de marzo de 2011
Capítulo XIX - Anoche
jueves, 13 de mayo de 2010
Du Vin et Du Haschisch
Yo no soy un ingrato, sé que te debo la vida. Yo sé lo que te ha costado trabajo y el sol sobre sus hombros. Me diste la vida, yo te recompensaré. Voy a pagar mi deuda largamente, porque siento una gran alegría cuando caigo al fondo de una garganta alterada por el trabajo.
El pecho de un hombre honrado es un viaje que me sienta mejor que estas bodegas melancólicas e insensibles. Se trata de una tumba donde cumplo mi destino con entusiasmo. Creo en el estómago del trabajador un gran revuelo, y de allí, por una escalera invisible subo a su cerebro y es cuando ejecuto mi danza suprema.
Alumbraré los ojos de tu vieja dama, la vieja compañera de tus tristezas diarias y la mayor de tus esperanzas. Enterneceré su mirada y voy a poner en el fondo de sus pupilas el brillo de su juventud.
El Haschisch
La mayor parte del tiempo, los novatos, en su primera iniciación, se quejan de la lentitud de los efectos. Los esperan con ansiedad, y como eso no pasará a la rapidez que desean hacen fanfarronadas de incredulidad que parecen simpáticas para los que ya conocen la manera en la que se gobierna.
Una de las cosas mas cómicas es de ver los primeros síntomas aparecer y multiplicarse en el medio mismo de la incredulidad. Primero una cierta risa absurda e irresistible se apodera de usted. Las palabras más vulgares y las ideas más simples toman una fisionomía bizarra y nueva.
Esta alegría le es insoportable a usted mismo, pero es inútil revelarse. El diablo lo ha invadido; todos los esfuerzos que usted haga solo servirán a acelerar el mal. Usted se ríe de su idiotez y de su locura; sus compañeros se ríen de usted pero a usted no le importa porque la benevolencia comienza a manifestarse.
Usted se siente bien, solamente una cosa le preocupa , ¿Cómo hará para salir de su pipa?, ella lo fuma y es usted el que sale, exhalado en la forma de una nube de humo azulada. Esta imaginación dura una eternidad. Un intervalo de lucidez con un gran esfuerzo le permite mirar el reloj, la eternidad dura un minuto. Otra corriente de ideas lo arrastra, lo arrastrará durante un minuto en su torbellino viviente y este minuto sera otra vez una eternidad.
Las proporciones del tiempo y del ser son perturbadas por la multitud de innombrables e intensas sensaciones.
El vino y el Haschisch tienen una cosa en común, el desarrollo poético excesivo del hombre. El gusto frenético del hombre por todas las sustancias, sanas o peligrosas, que exaltan su personalidad, testigo de su grandeza. Aspira siempre a reconfortar sus esperanzas y elevarse hacia el infinito.
Extracto de: Charles Beaudelaire, Les Paradis Artificiels
jueves, 28 de enero de 2010
Capítulo XVIII
lunes, 14 de diciembre de 2009
Capítulo XVII - Del Calor Al Color
Wouldn’t it be nice…
Ese verano de hace años fue el más interesante que tuvieron, una época más simple, sin las preocupaciones mundanas que provoca la vida de un ciudadano. A mediados del año 2008 una ciudad vacía en lo alto de los andes se sobrecalentaba intensamente por la intervención de una gran estrella.
La cita se daba en el momento en el que el sol se encontraba en lo más alto del cielo, cuando intentar escapar de sus lenguas ardientes era casi imposible, sobretodo donde se encontraban, en donde las únicas sombras presentes eran aquellas que provenían de ellos mismos. Luego de un ascenso vertical de ocho o nueve pisos, precedido por un trayecto de escalada, el más riesgoso del recorrido ya que los peldaños corroídos por el óxido no daban una buena espina de la propia seguridad, y el temor de ser percibidos parecía únicamente preocupar a uno.
Obteniendo un pase de entrada inmediato al poseer nuestra cara despejada (resultado de la costumbre escolar establecida) y nuestro uniforme rojo y gris que en realidad para ésta época era más verde que rojo, extraña coincidencia (también resultado de una estandarización humana aparentemente totalmente necesaria), terminaban sentados en lo que parecía una brea a medio secar, ya que el resultado eran unos pantalones mugrosos que solo a Zorrilla se le ocurría llevar claros, mientras que yo ya estaba acostumbrado a ver al costeño volverse mierda la ropa con cualquier cosa que comía, tomaba o fumaba.
Las horas simplemente se deslizaban entre cajas de cigarrillos, botellas de agua, latas de cerveza y pipa tras pipa de verde, verde hierba. El sol se escurría a través de las nubes hasta que llegaba a ser más rojo que nuestros sacos, para luego ocultarse completamente detrás de un horizonte desde donde se puede supuestamente ver la sierra nevada de Santa Marta, un lugar mágico literalmente mágico con duendes, hadas y la dorada … Le procedía una penumbra apaciguada por las luces amarillentas de la ciudad que a lo lejos parecen titilar como velas hipnotizando a cualquiera que por cualquier razón se pare a observarlas. Estas mismas luces lograban iluminar el cielo con su resplandor que se traducía en la bóveda celeste como un rosado brillante jugando con nuestra imaginación al colarse entre las siluetas de las nubes.
Así fuimos jóvenes en una época más simple, posteriormente los caminos tomados fueron diferentes, errores, aciertos, actitudes, forma de pensar, todo cambió después de perder ese sitio tan maravilloso, cada uno tuvo un gran éxito en sus respectivas áreas, y luego de veinte años se reúnen a recordar y sus mentes siguen volando hacia éste lugar donde ya nadie más pondrá un pie jamás.
jueves, 29 de octubre de 2009
Capítulo XVI – De las noches en vela
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Anoche estuve deambulando sin poder dormir, la ciudad se hallaba inmersa en una aurora de temor que se esparcía por sus calles silenciosas. Como un simple adolescente me dediqué a buscar fortuna en un lugar completamente abandonado, la peor de las pestes caía y los sobrevivientes eran pocos. Comenzó como un simple experimento y parecía inofensivo, la primera vez que lo escuché me pareció interesante, luego, simplemente se volvía inevitable, ni rastro de humanidad quedaba. Una de las sustancias más adictivas, bizarras y extremamente retorcidas corría por mi cuerpo, por mis vasos sanguíneos dilatados que no me permitían ver lo suficientemente bien como para poder controlar mis extremidades, ni mi voz, ni mi mente. Adrenocromo, una hormona que solo se encuentra en el cuerpo humano, producida por la glándula pituitaria, donde Aristóteles creía que se producía la flema, está la fuente de la vida eterna. Es necesario consumirla lo más fresca posible, el valor necesario puede ser demasiado, ser discreto, ubicar el objetivo, preferiblemente joven. Con la mente fría se ubica el puñal en la nuca de la victima desprevenida y se realiza una incisión lo suficientemente certera para llegar a la yugular, rápidamente, retirar el puñal y dejar sangrar hasta el desplome. Todo depende de la precisión ya que un mal procedimiento puede resultar en un torbellino de agonía innecesaria. Posteriormente se procede a realizar la extracción de la glándula tan deseada, se debe tener un conocimiento suficiente de la anatomía humana ya que un inexperto podría no identificar el órgano o incluso dañarlo. Una vez extraída se debe masticar para exprimir la mayor cantidad de la hormona posible. Cada vez que lo hago algo me hace pensar en esas películas de zombies que siempre son malas, un montón de gente que camina arrastrándose y que babean en busca de cerebros, yo me imagino como un hombre lobo, algo voraz, que tiene todo bajo control, que sus movimientos son indetectables, que ataca de una manera certera a su víctima y continúa su camino en la oscuridad, que nunca se le ve de día e infunde temor en la población la cual lo considera un mito, que creer que un ser tal es solo fruto de la imaginación, pero que en el fondo prefiere caminar por la mitad de la calle evitando las zonas oscuras detrás de los árboles ya la vuelta de cada esquina. Nunca recibiré mi merecido y no le temo a la muerte, la he visto a los ojos y ha salido corriendo, todas las noches seguiré buscando, acechando en las frías calles de la enferma Bogotá.
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martes, 25 de agosto de 2009
Capítulo XV – Vivir para contarlo
La vida perece tener un solo, único y simple sentido, como un vector que se desplaza en el espacio, que no toca nada, que simplemente, va atravesando las cuatro dimensiones a su gusto y sin control, un solitario errar, quien se sienta solo lo estará, pero el que no, será la persona más solitaria del mundo.
Mi cuerpo es persistente en el tiempo, solo así me reconozco, podré estar viviendo en un total error, porque ni siquiera esto es cierto.
Cada vez que nos vemos al espejo, es tan seguido que parecería que se puede retroceder sin que los cambios sean más que diferenciales, pero los procesos reversibles son imposibles, la energía, el tiempo, hace que nunca se recupere, calor, trabajo perdido, desperdiciado en el ambiente generando desorden, entropía.
La vanidad hace que cada vez sea más frecuente cuando nos miramos al espejo, haciéndonos ciegos e ilusos, para despertar un día y darnos cuenta de los estragos del tiempo y las tristezas del pasado, el tiempo perdido y las vidas acabadas.
Pero, si no fuera por esto, ¿Cómo sabría quien soy? … JuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFranco.
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