Bitácora del Marinero Zorrilla
Encargado de Cubierta
Embarcación de plátanos verdes hacia Biarritz, País Vasco.
Febrero 23;
Llevamos más de cinco días en altamar y parece que nunca se fuera a acabar el agua, navegamos a diario 500 millas sin parar y sólo vemos la inmensidad del océano, nada, ningún barco podría correr con la coincidencia de acercársenos, ni una ballena, el mar estaba muerto. Con las provisiones escaseando, siendo una carga, no podría pensar en cuando ya no tengamos más agua, la locura nos podría a llevar a tomar agua de mar, pero trataré de sobrevivir, es lo único que necesito.
Cómo se nos pudo haber ocurrido este plan, fue hace tanto tiempo, no pensábamos en las consecuencias, no queríamos echarle mucha cabeza, que sucediera como debiera suceder. Es que hemos pasado por mucho, esa mañana en Cartagena pensé que ya todo terminaría, que nunca podríamos llegar más lejos, fue una semana atravesando tres tipos de selvas tropicales de camión en camión, caminando y caminando. Sin embargo nos aceptaron en este barco, fue de pura suerte, el limpia pisos de las cubiertas 1, 2 y 3 había muerto, su cadáver lo habían lanzado al mar unos días antes y ya no se aguantaban las ratas, eran demasiadas, el capitán, un suizo nos dejó trabajar para él compartiendo entre mi amigo Lucas y yo una sola ración de comida.
Febrero 25;
Siete días y se siguen contando hacia arriba, creo que voy a enloquecer por el trabajo tan extenuante que significa realizar toda la limpieza de las cubiertas que a diario están llenas de una sopa de madera podrida, mierda de rata y agua salada. La comida para una persona es escasamente necesaria para mantener las fuerzas y limpiar pisos. He estado enfermo, nada se me queda en el estómago ya hace tres días que no deja de llover, aunque prefiero esto a rostizarme al sol cubierto de agua salada.
Ha sido interesante la experiencia hasta ahora, en el camino conocimos a mucha gente, gente que nos podrá ayudar cuando nos devolvamos o mejor dicho, nos devuelvan. Una vieja señora, que vive en una pequeña casa al lado de la carretera que va desde Barrancabermeja a Valledupar, tiene una tienda que se llama como ella, Doña Aurora, paramos allí un día, le contamos nuestra historia y nos invitó a almorzar, después de severo sancocho le dijo a su hijo que nos subiera hasta Valledupar donde nos contactó con un amigo de él que nos llevaría hasta Santa Marta, de ahí a Cartagena fue cuestión de aguante y mucha caminada.
Febrero 29;
Seguimos nuestro camino, ya con estómago duro y con caras pálidas. Hace mucho tiempo no me podía cambiar la ropa y estaba apestando, nos prestaban uniformes, pero tampoco nos les podíamos aguantar el olor. Habíamos partido cada uno con una maleta con una muda y varios calzoncillos, lo que claramente no era suficiente, y estábamos esperando a llegar para poder cambiarnos de ropa, para tenerla limpia y llegar presentables donde Katia, poder pasar bastante tiempo allí para luego conseguirnos un trabajo y podernos pagar un tiquete.
Habíamos pensado en esto desde el colegio, desde siempre habíamos querido hacer este viaje, éramos demasiado jóvenes cuando pensamos en esto por primera vez, todos los viernes, y hasta miércoles nos largábamos para sentarnos horas y horas a conversar a meditar y observar nuestro futuro. Éramos unos soñadores y ya teníamos la famita en el colegio, nadie se divertía más que nosotros, con el costeño nunca hubo momento de aburrimiento.
Era el año de 1993 y todo pasaba muy rápido, había alguien más, se llamaba o le decían Guti, el man era un bacán pero nunca se atrevería, a ese sólo le gustaba emborracharse y andar con viejas, nosotros lo acompañábamos de vez en cuando, él se la pasaba en el centro, a mí me gustaba, pero prefería lugares más tranquilos. Una de esas fue que se nos ocurrió, un bar, en un tercer piso, con las paredes rayadas y la música exageradamente alta, sólo nos alcanzaba para una cocada de chicha que compartimos entre todos, ahí fue que se nos ocurrió todo, los cuatro zarparíamos, pero al final sólo quedamos los dos.
Marzo 10;
La cosa se vuelve más llevadera después de tanto tiempo, ya no podíamos esperar por llegar, faltaría una semana y según mis cálculos llegaríamos a la casa de Katia para el día de mi cumpleaños, es decir, en siete días.
Para esta época ya hacemos parte de la tripulación, al principio nos sentábamos en las noches, de las pocas que han habido que no ha llovido a mirar el mar, a mí me encantaba. Lentamente fuimos comenzando a hablar con todos hasta que nos aceptaron y nos comenzaron a compartir cobijas y las raciones las repartían equitativamente entre todos. En las noches ahora nos íbamos al puesto del capitán en lo más alto de la embarcación y los marineros se ponían a contar historias.
Draco, el Húngaro, nos narró su historia una vez, acompañado de vez en cuando de la harmónica de Lucas y mi flauta, nos dijo que una vez había sido algo del príncipe heredero de la corona de su país, que su padre tenía mucho dinero porque era un banquero muy importante, pero que comenzó a mezclarse en líos con traficantes de armas y que terminó descuartizado y lanzado al mar negro.
Él quiso vengarse, pero al verse imposibilitado desistió y decidió proteger su vida marchándose de ese país, llegó hasta al puerto de Génova, donde comenzó en el puerto trabajando para un recolector de impuestos, al que también mataron por lo que se vio obligado a marcharse.
Fue la primera vez que se había subido en un barco mercantil, el trabajo era duro, pero al menos se mantenía a salvo, y así fue pasando de puerto en puerto, cada vez que paraban, lo hacía para conseguir dinero robando y gastárselo en ron para llevar en el barco y mujeres, pero nunca le quedaba ron para el viaje, así que simplemente volvía a robar.
Casi siempre se quedaba tanto tiempo en un puerto que su barco lo dejaba, por eso iba de barco en barco, hacia donde lo lleven las olas. Había viajado desde Europa hasta América muchas veces, a Australia, África, Asia, Japón y América por el Pacífico, básicamente todos los países con salida al mar.
Así pasábamos las noches y cada vez nos acercábamos más a nuestro destino.
Marzo 15;
Como predicho, hoy se ve una línea en el horizonte, son las 8:00 am y me pregunto qué vamos a hacer cuando lleguemos, tendremos que ser sigilosos ya que ninguno de nosotros tiene papeles, a Lucas le prestaron los papeles del antiguo encargado de cubierta porque él no sabía hablar francés, yo, tendría que ingeniármelas, decir que me los robaron, pero parece breve, de todas formas sólo somos dos.
Nos dijeron que íbamos a llegar al atardecer, así que después de trapear el piso comenzamos a cambiarnos, agradezco haber empacado un desodorante, nos limpiamos un poco la cara, nos peinamos y lavamos los dientes, por segunda vez desde que salimos de Bogotá.
Listos por la noche, volvimos a celebrar con la tripulación como lo hacíamos todas las últimas diez noches, esto porque el ron era lo único que quedaba para saciar la sed.
Marzo 16;
Llegamos al puerto a eso de las 2 am y mientras pasaban por aduanas y todo el trámite, nosotros estábamos escondidos en la parte más baja del barco, nos dijeron que normalmente no revisan nada, pero que podíamos estar de malas, entones la pasaríamos mal.
Pasaron tres horas y media y finalmente pasaríamos a descargar la mercancía, y menos mal, porque ya no se podía respirar el aire pútrido de alquitrán que destilaban los muros de hierro del fondo del barco. Salimos con toda la tripulación a beber, cortesía del capitán por haber llegado a tiempo y sin percances. Entramos a un bar y tomamos toda la noche.