lunes, 14 de diciembre de 2009

Capítulo XVII - Del Calor Al Color

 

Wouldn’t it be nice…

 

 

Ese verano de hace años fue el más interesante que tuvieron, una época más simple, sin las preocupaciones mundanas que provoca la vida de un ciudadano. A mediados del año 2008 una ciudad vacía en lo alto de los andes se sobrecalentaba intensamente por la intervención de una gran estrella.

 

La cita se daba en el momento en el que el sol se encontraba en lo más alto del cielo, cuando intentar escapar de sus lenguas ardientes era casi imposible, sobretodo donde se encontraban, en donde las únicas sombras presentes eran aquellas que provenían de ellos mismos. Luego de un ascenso vertical de ocho o nueve pisos, precedido por un trayecto de escalada, el más riesgoso del recorrido ya que los peldaños corroídos por el óxido no daban una buena espina de la propia seguridad, y el temor de ser percibidos parecía únicamente preocupar a uno.

 

Obteniendo un pase de entrada inmediato al poseer nuestra cara despejada (resultado de la costumbre escolar establecida) y nuestro uniforme rojo y gris que en realidad para ésta época era más verde que rojo, extraña coincidencia (también resultado de una estandarización humana aparentemente totalmente necesaria), terminaban sentados en lo que parecía una brea a medio secar, ya que el resultado eran unos pantalones mugrosos que solo a Zorrilla se le ocurría llevar claros, mientras que yo ya estaba acostumbrado a ver al costeño volverse mierda la ropa con cualquier cosa que comía, tomaba o fumaba.

 

Las horas simplemente se deslizaban entre cajas de cigarrillos, botellas de agua, latas de cerveza y pipa tras pipa de verde, verde hierba. El sol se escurría a través de las nubes hasta que llegaba a ser más rojo que nuestros sacos, para luego ocultarse completamente detrás de un horizonte desde donde se puede supuestamente ver la sierra nevada de Santa Marta, un lugar mágico literalmente mágico con duendes, hadas y la dorada … Le procedía una penumbra apaciguada por las luces amarillentas de la ciudad que a lo lejos parecen titilar como velas hipnotizando a cualquiera que por cualquier razón se pare a observarlas. Estas mismas luces lograban iluminar el cielo con su resplandor que se traducía en la bóveda celeste como un rosado brillante jugando con nuestra imaginación al colarse entre las siluetas de las nubes.

 

Así fuimos jóvenes en una época más simple, posteriormente los caminos tomados fueron diferentes, errores, aciertos, actitudes, forma de pensar, todo cambió después de perder ese sitio tan maravilloso, cada uno tuvo un gran éxito en sus respectivas áreas, y luego de veinte años se reúnen a recordar y sus mentes siguen volando hacia éste lugar donde ya nadie más pondrá un pie jamás.

jueves, 29 de octubre de 2009

Capítulo XVI – De las noches en vela

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Anoche estuve deambulando sin poder dormir, la ciudad se hallaba inmersa en una aurora de temor que se esparcía por sus calles silenciosas. Como un simple adolescente me dediqué a buscar fortuna en un lugar completamente abandonado, la peor de las pestes caía y los sobrevivientes eran pocos. Comenzó como un simple experimento y parecía inofensivo, la primera vez que lo escuché me pareció interesante, luego, simplemente se volvía inevitable, ni rastro de humanidad quedaba. Una de las sustancias más adictivas, bizarras y extremamente retorcidas corría por mi cuerpo, por mis vasos sanguíneos dilatados que no me permitían ver lo suficientemente bien como para poder controlar mis extremidades, ni mi voz, ni mi mente. Adrenocromo, una hormona que solo se encuentra en el cuerpo humano, producida por la glándula pituitaria, donde Aristóteles creía que se producía la flema, está la fuente de la vida eterna. Es necesario consumirla lo más fresca posible, el valor necesario puede ser demasiado, ser discreto, ubicar el objetivo, preferiblemente joven. Con la mente fría se ubica el puñal en la nuca de la victima desprevenida y se realiza una incisión lo suficientemente certera para llegar a la yugular, rápidamente, retirar el puñal y dejar sangrar hasta el desplome. Todo depende de la precisión ya que un mal procedimiento puede resultar en un torbellino de agonía innecesaria. Posteriormente se procede a realizar la extracción de la glándula tan deseada, se debe tener un conocimiento suficiente de la anatomía humana ya que un inexperto podría no identificar el órgano o incluso dañarlo. Una vez extraída se debe masticar para exprimir la mayor cantidad de la hormona posible. Cada vez que lo hago algo me hace pensar en esas películas de zombies que siempre son malas, un montón de gente que camina arrastrándose y que babean en busca de cerebros, yo me imagino como un hombre lobo, algo voraz, que tiene todo bajo control, que sus movimientos son indetectables, que ataca de una manera certera a su víctima y continúa su camino en la oscuridad, que nunca se le ve de día e infunde temor en la población la cual lo considera un mito, que creer que un ser tal es solo fruto de la imaginación, pero que en el fondo prefiere caminar por la mitad de la calle evitando las zonas oscuras detrás de los árboles ya la vuelta de cada esquina. Nunca recibiré mi merecido y no le temo a la muerte, la he visto a los ojos y ha salido corriendo, todas las noches seguiré buscando, acechando en las frías calles de la enferma Bogotá.

 

 

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martes, 25 de agosto de 2009

Capítulo XV – Vivir para contarlo

 

 

La vida perece tener un solo, único y simple sentido, como un vector que se desplaza en el espacio, que no toca nada, que simplemente, va atravesando las cuatro dimensiones a su gusto y sin control, un solitario errar, quien se sienta solo lo estará, pero el que no, será la persona más solitaria del mundo.

 

Mi cuerpo es persistente en el tiempo, solo así me reconozco, podré estar viviendo en un total error, porque ni siquiera esto es cierto.

 

Cada vez que nos vemos al espejo, es tan seguido que parecería que se puede retroceder sin que los cambios sean más que diferenciales, pero los procesos reversibles son imposibles, la energía, el tiempo, hace que nunca se recupere, calor, trabajo perdido, desperdiciado en el ambiente generando desorden, entropía.

 

La vanidad hace que cada vez sea más frecuente cuando nos miramos al espejo, haciéndonos ciegos e ilusos, para despertar un día y darnos cuenta de los estragos del tiempo y las tristezas del pasado, el tiempo perdido y las vidas acabadas.

 

Pero, si no fuera por esto, ¿Cómo sabría quien soy? … JuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFrancoJuanJoséZapataFranco.

 

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viernes, 17 de julio de 2009

Capitulo XIV - Mercedes Benz

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Fue por ese entonces que me comenzó una estornudadera la berraca, en todo lado cada calle, en cada esquina , en cada parque y en cualquier bus, con cualquier amigo, con cualquier sustancia. La garganta me carraspeaba como una locomotora vieja intentándose prender, las ñatas rojas como las de float. En tiempos de pestes raras, envases de coca cola cada vez más grandes, tiempos de economizar plástico y vidrio, tiempos en que muchas gentes tomaban de pocas botellas, oh tiempos de pestes raras, que curiosa y farmacéutica relación que tiene la coca cola y las pestes raras, en fin.
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Yo caminaba por esas calles pestilentes siendo yo por supuesto, mucho más pestilente, se me paso por la cabeza largarme y efectivamente lo hice, por unos cuantos pesos se le puede arreglar la vida, y en estos tiempos de pestilencia, es mejor prevenir. Parece que estuve bien de malas porque no iba a mitad de camino cuando comenzó a llover, sin otra posibilidad, me refugie, prendí un cigarrillo y me decidí a seguir caminando, la canción al oído me procura calma mientras la ansiedad no me deja ni parpadear, tenía que llegar de inmediato. Me di cuenta del color de las plantas y seguí mi camino.

El alma de los traidores reposaba inmóvil sobre el vidrio de mi mesa de noche, debajo del vidrio hay algunos recortes de periódico y alguna foto que otra, una frase que repetía un gato robot en la televisión: “Espada del augurio permíteme ver mas allá de lo evidente”, una camioneta Volkswagen modelo 69’ y sí, cuidado con los ácidos marrones, repetían en Woodstock, cuna de millones, pero de dos en realidad. La lista de canciones de Let it Be… naked, el disco que jamás se terminó, George Martin montó unos arreglos, llamó al negro Preston para que terminara de reventar ese piano y lo publicó como LET IT BE… nótese que su portada son cuatro fotos aparte, los pobres dueños de las disqueras decidieron publicar …naked, Caicedo y su libro negro, Cortázar desesperado por la publicación de sus inesperados.
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Fue un día bastante largo, de una semana bastante larga, casi interminable, debido a la ausencia de festivos. Corría como siempre, sin percatarme esta vez que, todo había cambiado, la realidad no era la misma pero al recordar, leyes rotas y fuego, la revolución había comenzado, era tiempo de acabar.
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Vaya si comimos ácidos aquella tarde...
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jueves, 16 de julio de 2009

Capítulo XIII

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En alguna parte de los bosques estrepitosos de este país se encontraba un joven muchacho, con toda su vida por delante, corriendo por su vida. Se dirigía cuesta abajo por una colina llena de matorrales secos, no había llovido hace tiempo, algo típico de la zona, pero que no se esperaba, matorrales tan secos que le cortaban las piernas y los brazos. Llevaba una buena distancia de sus perseguidores así que cuando vio la oportunidad se lanzó por un barranco que tenía a la derecha y cayó estrepitosamente golpeándose fuertemente en todo el cuerpo, semi consciente sabía que no podía gritar ni hacer ningún ruido mientras caía, cuando finalmente dejó de caer, no que lo haya hecho suavemente, cayó de todo su peso dentro de un matorral espeso que lo devoró, al darse cuenta de que estaba oculto la adrenalina lo envenenaba y se desmayó.
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Varias horas después despertó, apenas podía respirar y estaba prácticamente bañado en sangre, también creía tener una costilla rota, pues le costaba respirar. Matorral lo cubría completamente, lo abrazaba con sus brazos espinosos, le tomó algún tiempo en levantarse y salir.
Ya no escuchaba los pasos detrás de si, ya no escuchaba nada, se sentó en una piedra, todo estaba silencioso, el día estaba a plena luz, lo que quiere decir que paso toda la noche enterrado en ese matorral, ya que lo último que recordaba era el sol de frente, a punto de ocultarse, pero cegándolo y seguramente también a sus perseguidores, lo que claramente le dio una ventaja al escapar. Decidió seguir caminando, escapar y terminar con esa pesadilla.
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Se encontraba en un bosque denso, la maleza era más alta que él y no lo dejaba ver a mas de tres metros, le cortaba las manos que usaba para correr la maleza para que no le cortara la cara, dos, tres, cinco, diez metros y la maleza cesó, de vio de frente a una planicie, un llano hasta donde llega la vista, ni un árbol, ni una montaña en el horizonte, una línea ligeramente curva de derecha a izquierda. Notablemente perturbado por el extraño paisaje, decidió seguir hacia la derecha, por la línea de maleza seguramente producto de la mano del hombre.
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Dos días después, agotado, sin agua, ni comida, el paisaje nunca cambió, la misma línea recta de maleza a su derecha y a su izquierda la nada. Se lanzó al piso bajo el sol, los ojos fijos en el infinito frente a sus ojos, algo que perturbó su meditación moribunda lo hizo enfocar la vista. En la planicie, una forma, generaba sombra, se movía rápidamente hacia él. Lo que en un principio no supo qué era se acercó lo suficiente y antes de ceder ante la fatiga, se dio cuenta que se trataba de un conejo.
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Abrió los ojos, se encontraba en una cama de sábanas blancas, en un cuarto con paredes blancas, una gran ventana con cortinas blancas que dejaban pasar la resplandeciente luz del sol, lo habían vestido con una chaqueta blanca, corbata blanca, pantalón y zapatos blancos, no se sentía cansado y sus heridas habían sido curadas, pero se sentía muy confundido. Se levantó de la cama, y miró por la ventana, se encontraba en una torre muy alta, en medio de la nada.
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En ese momento, y antes de suponer cualquier cosa, entró a la habitación una mujer muy hermosa, vestida toda de blanco, lo toma de la mano y lo lleva consigo, salen de la habitación a un pasillo largo, lleno de puertas a los lados, por lo menos unas treinta de cada lado antes de que terminara en una escalera de caracol por la que subieron, subieron y subieron, en el último piso de lo que creyó una torre infinitamente alta, un puente que los llevaría de una torre a otra, un viento salvaje estuvo a punto de hacerlo caer, pero la mujer lo llevaba fuertemente de la mano y prácticamente lo arrastraba. En la otra torre, otro pasillo, éste sin puertas ni ventanas, en una oscuridad total, no sabía por donde caminaba.
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La mujer abrió una puerta pesada, por donde se escapó un resplandor, una luz cegadora, poco a poco se fueron acostumbrando sus ojos y descubrió un cuarto muy grande, vacío excepto por un comedor largo paralelo a la puerta, en cuya cabeza se encontraba un hombre vestido de blanco sentado, haciendo un gesto con la mano le indicó que se sentara en el puesto opuesto a él, la comida estaba servida, y con otro gesto le indicó que comenzara a comer.
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La cena duró al menos una hora, totalmente silenciosa, demasiado sospechosa, pero que más podía hacer, él simplemente estaba confundido, aturdido y no se sentía capás de hablar, ni mucho menos de preguntar. Había terminado su comida y su anfitrión también, quien se le quedó mirando un largo tiempo en silencio, se levantó de su silla, tenía un estuche colgado de su hombro, dijo: "Ahora es tiempo de morir".
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Una habitación oscura, de repente le dolía el cuerpo, estaba amarrado de pies y manos a su silla, se prende una lámpara en el techo, cuando se despertó, sus perseguidores lo habían encontrado, sin tiempo para reaccionar, vio como en frente suyo se accionaba el mecanismo que daría como resultado una ignición a la pólvora dentro de un cartucho de plomo, éste a su vez dentro de un cañón que apuntaba directamente a su frente, cerró sus ojos y vio su vida desfilar en un segundo. Dicen que en momentos de desesperación, los sueños son el único escape de nuestra mente, el problema es quedarse, o salir.
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Capítulo XII

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Su pelo era rojo, rojísimo, tan rojo que despertaba los más perversos pensamientos al sol del los venados, siendo él el que hacía resplandecer su cabellera roja que le llegaba hasta la cintura. Era blanca como el papel que ya no utilizo para escribir y sus labios tan azules que sólo se podían comparar con el color de sus ojos. Muchas veces ha sonreído pero nunca he sido capas de ver. Le gusta sentir la hierba entre los dedos, por eso a veces camina descalza y habla con las plantas.
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lunes, 25 de mayo de 2009

Capítulo XI - Post~Data

 

 

Los días de sol no le gustan, le parecen muy brillantes, prefiere las tardes, aquellas que llegan después de una lluvia torrencial de medio día, después de que las nubes se han desaparecido del cielo y solo se respira una especie de niebla espesa que se mantiene sostenida a ciertos centímetros del suelo.

 

Su piel es blanca como la sal, su pelo negro y sus ojos verdes profundos le dan un aire misterioso y de ultratumba, como debería ser. Eso no quiere decir que yo la haya visto alguna vez, sino que me han contado, he escuchado que a eso se parece, tampoco me gustaría encontrármela.

 

Con el sol oculto tras las montañas liberando un último resplandor rojo, sale a caminar por la ciudad, buscando un poco de calma para su espíritu, del cual cree carecer. Vaga por las calles, prefiere aquellas que están bien pavimentadas, no soporta tener que esquivar las grietas de una ciudad envejecida y decrépita. Busca un plan, alguien que se quiera acostar con ella, está desesperada y no sabe que hacer, así que simplemente se ofrece como una alternativa a cualquier errante que se cruce en su camino.

 

No disfruta su labor, pero sabe que su condena es lo único que tiene, parece disfrutarlo, seduciendo almas ilusas, jóvenes, prometiéndoles fama eterna, libertad, placer, siendo todo una farsa, ella lo sabe, nadie se salva. Después de lograr su cometido la desilusión, instantánea, podría pensarse que sus victimas no se dan cuenta de su fracaso y del engaño al que han sido arrastrados, pero sí, en un instante que no puede ser captado, pasa la verdad en frente de sus ojos y demasiado tarde ven que todo ha sido un engaño, una mentira y que nada pueden hacer para evitarlo.

 

Ella ha tenido mucho tiempo para conocerse a si misma, sabe que no es más que el reflejo de una necesidad de poder, de control, que se ha personificado para generar temor y al mismo tiempo emanar sensualidad, parecer atractiva para atraer y cegar.

 

Sabe que solo es una representación, que no existe, que solo ha sido durante toda la historia una idea poética, una excusa romántica para convencer jovencitas, pero la consuela saber que su sensualidad es la única que mantiene al margen una población cada vez más numerosa y viciada, es la razón de su existencia.

miércoles, 22 de abril de 2009

Capítulo X

 

 

Se trataba de una noche, una noche que apenas comenzaba a ser noche, un resplandor rojo hacía que cerrara los ojos, una noche naciente que hacía estremecer a los perros y lobos recién reconciliados de la disputa de la pata de cordero.

 

Era el rey de ese lugar, la nieve caía y teñía de su resplandeciente oscuridad el valle ardiente, te sube la presión de la sangre, los poros se humedecen, la sangre corre por el cuerpo como recién hervida. Los oasis escasos pero benditos, en los cuales las horas pasaban y cada día lo vivíamos como si fuese el ultimo de nuestras vidas.

 

Pedro corrió hacia las olas de la isla en medio del desierto, resultó ser solo un espejismo.

 

Decepcionados seguimos por el desierto, los tres, de veinte, solo tres y desfalleciendo, la idea de caminar me había parecido buena en un momento pero las fuerzas parecían estarse extinguiendo a causa de las tormentas de arena.

 

Yo viví toda mi vida en la selva y simplemente Pedro era un orgulloso habitante de grandes monumentos a la soberbia humana. Templos de lo artificial donde el ser humano cambia su horario natural y todo con lo que nació a punta de preservativos, colorantes, silicona, cafeína, nicotina, heroína, pastillas para dormir, pastillas para recordar, pastillas para olvidar, pastillas para tirar, pastillas para sentarse doce horas para no hacer nada.

 

Mi vida no podía resumirse más que en tratar de conciliar el sueño tratando de no hacerlo en un sillón de mi casa, con la ventana abierta y las cortinas bailando sobre mi cara según el mando del viento.

 

Pero en esta noche de locura me doy cuenta gracias al destello de una luna desvelada que tendré que bañarme, alistarme para salir a recitar de memoria el himno de la república.

 

 

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domingo, 22 de marzo de 2009

Capítulo IX





Con un cigarrillo en la diestra, en la siniestra una copa rebozante de vino.

Esperando la llegada de un nuevo año de vida.

Esta es la última vez que te olvido, ojalá pudiera.

Con la derecha agitando vigorozamente un vino de una ya alta calidad.

Diez y nueve vueltas al sol.

Oh luna llena, llévate al sol de la angustia, hace tiempo no lo veo.

Es un nuevo atardecer, es un nuevo día, es una nueva vida para mí y me siento bien.

Comienza cuando brillas, sabes como me siento.

Quietud y los caballeros de Cydonia.




domingo, 1 de marzo de 2009

Capítulo VIII

 

 

Marzo 17;

Para el día de mi cumpleaños habíamos pasado de Biarritz a Albi junto con una pareja de españoles que vivían en este pueblo pero que habían ido a visitar unos familiares, muy amables ellos, nos dejaron quedarnos una noche en su casa antes de partir a Castelnaudary que no quedaba a más de 60 km.

Al otro día caminamos por la autopista y llegamos a un área de descanso, allí nos bañamos y lavamos nuestra otra muda de ropa. Los españoles nos habían dado un poco de dinero y teníamos algunos dólares desde cuando salimos, además de unos cuantos euros que ganamos en el bar y en la calle cantando.

Llamamos a Katia, quien ya estaba preocupada por nuestra tardanza, ella misma nos fue a recoger en el auto de su padre, nos llevó a su casa y nos preparó una comida como para ocho con la que no podíamos ni siquiera. Por la noche nos llevaron a Toulouse, al apartamento de ella porque estudiaba en esta ciudad, era algo pequeño pero nos acomodamos.

Katia y yo llevábamos demasiado tiempo esperando este momento que no nos importó la presencia de Lucas, quien salió inmediatamente a dar una vuelta, y tuve la mejor noche de mi vida. Estuvimos juntos toda la noche y por la madrugada salimos a fumar un cigarrillo por las orillas de La Garonne.

Al otro día, Katia tenía que ir a estudiar, pero se quedó todo el día conmigo, a eso de las 12 am llegó Lucas, quien también parece haber tenido una buena noche en la ciudad. Esa tarde almorzamos en la casa de unos amigos de hace tiempo que fuimos a visitar, una deliciosa comida colombiana que devoramos, por la tarde todos nos quedamos tomando en las Praderas de los Filtros hasta el otro día.

Por la mañana Katia se fue y nos pusimos a buscar trabajo, ese mismo día yo conseguí trabajo en una tienda que necesitaban alguien que hablara inglés y español, además de francés para atender a los clientes extranjeros, Lucas no tuvo tanta suerte y le tocó quedarse  en la parte de mercancía cargando cajas, aunque no se quejaba, le tocaba menos pesado que quedarse todo el día atendiendo en una mesa.

Así estuvimos tres meses, hasta que ya teníamos bastante ahorrado y exactamente el 22 de Junio habíamos renunciado a nuestros puestos y nos embriagamos toda la noche, básicamente como lo hacíamos cada tres días. Por la noche me despedí de Katia como se debía y me reuní con Lucas quien también salía de la casa de una amiga que Katia nos presentó y donde había vivido por los últimos mes y medio. Compramos un tiquete de bus y por internet el de avión, pero cuadrado para salir desde París dos días después. Partimos de inmediato y a las seis horas y media ya estábamos en París, compramos botellas de vino y nos las tomamos en frente de la Torre Eiffel, y como era debido para la ocasión, nos las arreglamos para orinar en una de las columnas de la torre, la sur que es la más escondida por los árboles y la que menos visible es.

Nos quedamos en los Campos de Marte hasta que se oscureció totalmente, de allí nos fuimos a dar una vuelta por los Campos Elíseos y dimos una interesante vuelta por los Bois de Boulogne, donde pasamos toda la noche y estuvimos despiertos a ver el amanecer.

Todo un día para esperar y sabíamos que podíamos dormir en el avión, así que nos gastamos lo último de dinero que nos quedaba en alcohol y caminamos hasta el Mont Martre donde nos sentamos a observar al ciudad hasta que el sol se puso rojo.

Pedíamos dinero para poder entrar a uno de los cabarets del distrito rojo, nuestro sueño fue el Moulin Rouge, pero resultaba inalcanzable, así que nos conformamos yendo a uno de menos categoría, pero igual valía, Le Chat Noir, igualmente caro, podíamos pedir unos tragos y observar el espectáculo.

Salimos cuando nos echaron, siempre con un pequeño trago en los vasos como para decir que seguíamos consumiendo, a las 3 am que salimos nos compramos nuestra última botella de ron, que más bien fue robada, y nos la bebimos en una de las orillas del Sena, con un parche que nos conseguimos de francesitos estudiantes de latín al frente de Nôtre Dame.

Ya pasadas las horas teníamos que llegar al aeropuerto a las 10 am, cogimos el metro y casi nos quedamos dormidos y nos pasamos de la parada, pero nos reubicamos rápidamente para llegar a registrar el equipaje, los dos habíamos ya viajado anteriormente varias veces así que no hubo mucho problemas, además como nos dirigíamos a Colombia, la seguridad fue mínima.

Nos pidieron nuestros pasaportes, los cuales, originales los habíamos traído, para devolvernos, nos llamaron de aduana, nos revisaron las maletas para ver si no teníamos ningún tipo de droga o armas, las cuales no teníamos, también nos revisaron a nosotros, la ropa y todo, hasta con rayos x, pero no nos encontraron nada, y como nos dirigíamos de regreso a nuestro país nos dejaron coger el avión en último momento, pero no creo que nos vuelvan a dar visa porque nos registraron y reportaron que habíamos estado ilegalmente en Francia.

Finalmente llegamos a Bogotá, caminamos desde el aeropuerto hasta mi casa, por la 26, callados como si no hubiéramos estado más de tres meses juntos, simplemente pensando, recordando, de vez en cuando uno se reía, se las historias del Ruso, de los soles ponientes rojos que nunca se querían caer, las lunas descaradas, tan cercanas a la tierra que nos elevaba hacia ella y nos hacía verla diez veces más grande, todo lo que sucedió y que ahora estemos de vuelta. Llegamos y Lucas cogió un bus en la 53 y se fue a su casa.

Era 25 de Junio y había pasado la más arriesgada experiencia de mi vida, después de eso, se que puedo morir tranquilo, ahora sólo queda volver y continuar con la vida tal y como la dejé. Tal vez el próximo año lo vuelva a intentar, esta vez, por Buenaventura.

Capítulo VII

 

 

Bitácora del Marinero Zorrilla

Encargado de Cubierta

Embarcación de plátanos verdes hacia Biarritz, País Vasco.

 

Febrero 23;

Llevamos más de cinco días en altamar y parece que nunca se fuera a acabar el agua, navegamos a diario 500 millas sin parar y sólo vemos la inmensidad del océano, nada, ningún barco podría correr con la coincidencia de acercársenos, ni una ballena, el mar estaba muerto. Con las provisiones escaseando, siendo una carga, no podría pensar en cuando ya no tengamos más agua, la locura nos podría a llevar a tomar agua de mar, pero trataré de sobrevivir, es lo único que necesito.

Cómo se nos pudo haber ocurrido este plan, fue hace tanto tiempo, no pensábamos en las consecuencias, no queríamos echarle mucha cabeza, que sucediera como debiera suceder. Es que hemos pasado por mucho, esa mañana en Cartagena pensé que ya todo terminaría, que nunca podríamos llegar más lejos, fue una semana atravesando tres tipos de selvas tropicales de camión en camión, caminando y caminando. Sin embargo nos aceptaron en este barco, fue de pura suerte, el limpia pisos de las cubiertas 1, 2 y 3 había muerto, su cadáver lo habían lanzado al mar unos días antes y ya no se aguantaban las ratas, eran demasiadas, el capitán, un suizo nos dejó trabajar para él compartiendo entre mi amigo Lucas y yo una sola ración de comida.

 

Febrero 25;

Siete días y se siguen contando hacia arriba, creo que voy a enloquecer por el trabajo tan extenuante que significa realizar toda la limpieza de las cubiertas que a diario están llenas de una sopa de madera podrida, mierda de rata y agua salada. La comida para una persona es escasamente necesaria para mantener las fuerzas y limpiar pisos. He estado enfermo, nada se me queda en el estómago ya hace tres días que no deja de llover, aunque prefiero esto a rostizarme al sol cubierto de agua salada.

Ha sido interesante la experiencia hasta ahora, en el camino conocimos a mucha gente, gente que nos podrá ayudar cuando nos devolvamos  o mejor dicho, nos devuelvan. Una vieja señora, que vive en una pequeña casa al lado de la carretera que va desde Barrancabermeja a Valledupar, tiene una tienda que se llama como ella, Doña Aurora, paramos allí un día, le contamos nuestra historia y nos invitó a almorzar, después de severo sancocho le dijo a su hijo que nos subiera hasta Valledupar donde nos contactó con un amigo de él que nos llevaría hasta Santa Marta, de ahí a Cartagena fue cuestión de aguante y mucha caminada.

 

Febrero 29;

Seguimos nuestro camino, ya con estómago duro y con caras pálidas. Hace mucho tiempo no me podía cambiar la ropa y estaba apestando, nos prestaban uniformes, pero tampoco nos les podíamos aguantar el olor. Habíamos partido cada uno con una maleta con una muda y varios calzoncillos, lo que claramente no era suficiente, y estábamos esperando a llegar para poder cambiarnos de ropa, para tenerla limpia y llegar presentables donde Katia, poder pasar bastante tiempo allí para luego conseguirnos un trabajo y podernos pagar un tiquete.

Habíamos pensado en esto desde el colegio, desde siempre habíamos querido hacer este viaje, éramos demasiado jóvenes cuando pensamos en esto por primera vez, todos los viernes, y hasta miércoles nos largábamos para sentarnos horas y horas a conversar a meditar y observar nuestro futuro. Éramos unos soñadores y ya teníamos la famita en el colegio, nadie se divertía más que nosotros, con el costeño nunca hubo momento de aburrimiento.

Era el año de 1993 y todo pasaba muy rápido, había alguien más, se llamaba o le decían Guti, el man era un bacán pero nunca se atrevería, a ese sólo le gustaba emborracharse y andar con viejas, nosotros lo acompañábamos de vez en cuando, él se la pasaba en el centro, a mí me gustaba, pero prefería lugares más tranquilos. Una de esas fue que se nos ocurrió, un bar, en un tercer piso,  con las paredes rayadas y la música exageradamente alta, sólo nos alcanzaba para una cocada de chicha que compartimos entre todos, ahí fue que se nos ocurrió todo, los cuatro zarparíamos, pero al final sólo quedamos los dos.

 

Marzo 10;

La cosa se vuelve más llevadera después de tanto tiempo, ya no podíamos esperar por llegar, faltaría una semana y según mis cálculos llegaríamos a la casa de Katia para el día de mi cumpleaños, es decir, en siete días.

Para esta época ya hacemos parte de la tripulación, al principio nos sentábamos en las noches, de las pocas que han habido que no ha llovido a mirar el mar, a mí me encantaba. Lentamente fuimos comenzando a hablar con todos hasta que nos aceptaron y nos comenzaron a compartir cobijas y las raciones las repartían equitativamente entre todos. En las noches ahora nos íbamos al puesto del capitán en lo más alto de la embarcación y los marineros se ponían a contar historias.

Draco, el Húngaro, nos narró su historia una vez, acompañado de vez en cuando de la harmónica de Lucas y mi flauta, nos dijo que una vez había sido algo del príncipe heredero de la corona de su país, que su padre tenía mucho dinero porque era un banquero muy importante, pero que comenzó a mezclarse en líos con traficantes de armas y que terminó descuartizado y lanzado al mar negro.

Él quiso vengarse, pero al verse imposibilitado desistió y decidió proteger su vida marchándose de ese país, llegó hasta al puerto de Génova, donde comenzó en el puerto trabajando para un recolector de impuestos, al que también mataron por lo que se vio obligado a marcharse.

Fue la primera vez que se había subido en un barco mercantil, el trabajo era duro, pero al menos se mantenía a salvo, y así fue pasando de puerto en puerto, cada vez que paraban, lo hacía para conseguir dinero robando y gastárselo en ron para llevar en el barco y mujeres, pero nunca le quedaba ron para el viaje, así que simplemente volvía a robar.

Casi siempre se quedaba tanto tiempo en un puerto que su barco lo dejaba, por eso iba de barco en barco, hacia donde lo lleven las olas. Había viajado desde Europa hasta América muchas veces,  a Australia, África, Asia, Japón y América por el Pacífico, básicamente todos los países con salida al mar.

Así pasábamos las noches y cada vez nos acercábamos más a nuestro destino.

 

Marzo 15;

Como predicho, hoy se ve una línea en el horizonte, son las 8:00 am y me pregunto qué vamos a hacer cuando lleguemos, tendremos que ser sigilosos ya que ninguno de nosotros tiene papeles, a Lucas le prestaron los papeles del antiguo encargado de cubierta porque él no sabía hablar francés, yo, tendría que ingeniármelas, decir que me los robaron, pero parece breve,  de todas formas sólo somos dos.

Nos dijeron que íbamos a llegar al atardecer, así que después de trapear el piso comenzamos a cambiarnos,  agradezco haber empacado un desodorante, nos limpiamos un poco la cara, nos peinamos y lavamos los dientes, por segunda vez desde que salimos de Bogotá.

Listos por la noche, volvimos a celebrar con la tripulación como lo hacíamos todas las últimas diez noches, esto porque el ron era lo único que quedaba para saciar la sed.

 

Marzo 16;

Llegamos al puerto a eso de las 2 am y mientras pasaban por aduanas y todo el trámite, nosotros estábamos escondidos en la parte más baja del barco, nos dijeron que normalmente no revisan nada, pero que podíamos estar de malas, entones la pasaríamos mal.

Pasaron tres horas y media y finalmente pasaríamos a descargar la mercancía, y menos mal, porque ya no se podía respirar el aire pútrido de alquitrán que destilaban los muros de hierro del fondo del barco. Salimos con toda la tripulación a beber, cortesía del capitán por haber llegado a tiempo y sin percances. Entramos a un bar y tomamos toda la noche.

sábado, 31 de enero de 2009

Capítulo VI - De la vida de la dos veces Ana




Please die Ana,

For as long as you're here we're not,

You make the sound of laughter,

And sharpened nails seem softer.

 


 

Viviendo de la herencia de su padre, herencia de una herencia, Ana-Ana nunca sufrió por dinero, vivió desde muy pequeña con su abuela, y aunque nunca conoció a sus padres, el amor nunca le faltó, su abuela al haber perdido a su primer hijo no dejó ni un instante de estar al lado de ella.

 

Por eso fue tan duro cuando ella murió. Tuvo que mudarse de la casa donde vivía, tanto le recordaba a su querida abuela que no soportaba que su espíritu la estuviese acechando a diario.

 

Nunca se preguntó por lo que le había pasado a sus padres, su abuela le había contado, sin que ella nunca le hubiera preguntado, que su padre había muerto en un accidente antes de que ella naciera, y que su madre murió cuando ella nació.

 

Su vida fue muy normal, pasaron los años, ella como una dedicada niña-joven-mujer aprendió las artes de la ciencia y desarrolló su intelecto en el cual se sentía muy a gusto. Nunca encajó en su generación, una banda de desadaptados, antisociales, promiscuos e ignorantes. Era el orgullo de todo el que la conocía, tuvo muchos pretendientes, ninguno de su agrado.

 

 

Compró un apartamento lejos de allí, además, como ya había entrado en la universidad, y esta quedaba a una hora en bus, le pareció mejor empezar de nuevo cerca de allí, en el centro, además su tía, la única familia con la que contaba, también la visitaba de vez en cuando y nunca dejaba de aconsejarla en sus constantes problemas existenciales.

 

Su mejor amiga, Alicia, la conoce desde hace tiempo y nunca la ha dejado sola, se conocieron por casualidad en el colegio, no en el San Bartolo. No tenían nada en común venían de mundos diferentes, Alicia, hija de un investigador científico importante, había viajado por todo el mundo acompañando a su padre y le interesaban las artes, la danza era su pasión desde muy pequeña, le iba mal en el colegio y se la pasaba con los muchachos.

 

Ella siempre le decía que tenía que dejar de ser tan sicorígida, que la vida era solo una y que finalmente íbamos a morir. Ella la quería mucho, pero temía que terminara mal toda su experimentación y todas sus ideas suicidas.

 

Salían de vez en cuando y a mí me preocupaba que cogiera por malos caminos, le llegué prohibir que anduviera con esa tal Ana-Ana, todo el mundo dice que es una drogadicta. Pero nada se puede hacer, a veces los genes tienen una gran influencia en el desarrollo de las personas, y ellas se seguían reuniendo, la costeña fue la primera, llevándose consigo a la joven Alicia y luego a la aún más joven y hermosa Ana-Ana.

 

Recorrían las ciudades caminando por las calles agresivas de un país en desarrollo, caminaban, y caminaban hasta que tenían sangre en los pies. -Ojalá hubiera la posibilidad de poder cantar ‘Dancing in the Rain’-, decía Ana-Ana. El problema de la costeña es que siempre se perdía de las ilusiones de un mundo en paz.

 

Uno de esos días se fueron a una cascada, un raro paraíso en el medio de un centro de negocios super moderno, se quitaron los zapatos y las tres se bañaron en las aguas todavía puras que fluían por entre las piedras de un santuario a la naturaleza inalterado por el hombre. 


Las tres musas danzaron toda la noche durante tres noches sin descansar ni un segundo, un silencioso éxtasis en el que se encontraban las trajo de nuevo hacia la realidad y se dieron cuenta que estaban desnudas, exactamente como Adán después de morder la manzana, sintieron vergüenza y corrieron fuera del agua a cubrirse con las hojas de los árboles que las rodeaban, disponiéndose a salir a la calle a enfrentar el mundo que las juzgaría, se burlaría y se aprovecharía de ellas las cogió uno de esos vientos inmemoriales que solo se encuentran en lugares como aquellos y les devolvió su estado de psicodelia, como siempre lo hacían, caminaron, se adentraron en el bosque profundo, y caminaron hasta que tiempo después la policía dejó de buscarlas y sus familias habían recobrado un rumbo al parecer normal en sus vidas.


Siempre le advertí a mi Alicia que no anduviese con esa tal Ana-Ana, que todo terminaría mal, que la historia se repetiría, cavar en la mente de un adolescente es una tarea imposible. Pero en el fondo se que la culpa es de Alicia, siempre le vi un carácter fuerte, ella tenía las riendas, las llevaba a todas por el mal camino, nunca le gustó estudiar, a pesar de todos mis esfuerzos, y siempre se sintió a salvo en el peligro, porque era allí donde vivía. 


Sigo obstinado en no creerlo, quiero culpar a una niña que creció sola, sin padres, niña que, de todas formas sigue siendo la mejor de las tres y eso es algo que no puedo negar, siguió su carrera, seguramente ya se graduó, ¿Tendrá  una familia?


Es la única que he logrado ver de vez en cuando, como un reflejo fugaz, como una imagen en el rabillo del ojo que desaparece al darse vuelta, y solo de vez en cuando es que digo, allá va Ana-Ana Zorrilla, de su generación, la única sobreviviente a la locura.

 

A veces me pongo a pensar en cómo terminó su padre, yo lo conocía, al parecer logró lo que quería, vivió su juventud como lo había planeado, ¿a qué edad nos habrá dejado? No es que me avergüence su memoria, es que yo esperaba que lograra algo más con su vida, tal vez me equivoque, el caso es que nunca lo sabré.



domingo, 25 de enero de 2009

Intervención Musical II



What Is Like - Everlast




We've all seen the man at the liquor store beggin' for your change
The hair on his face is dirty, dreadlocked and full of mange
He ask the man for what he can spare with shame in his eyes
Get a job you fuckin' slob is all he replied.


God forbid you ever had to walk a mile in his shoes
'Cause then you really might know what it's like to sing the blues
Then you really might know what it's like 

Mary got pregnant from a kid named Tom who said he was in love
He said don't worry about a thing baby doll I'm the man you've been dreamin' of
But three months later he said he won't date her or return her call
And she sweared god damn if I find that man I'm cuttin' off his balls
And she heads for the clinic and she gets some static walkin' through the door
They call her a killer, and they call her a sinner, and they call her a whore


God forbid you ever had to walk a mile in her shoes
'Cause then you really might know what it's like to have to choose
Then you really might know what it's like 
I've seen a rich man beg
I've seen a good man sin
I've seen a tough man cry
I've seen a loser win
And a sad man grin
I heard an honest man lie
I've seen the good side of bad
And the down side of up
And everything between
I licked the silver spoon
Drank from the golden cup
Smoked the finest green
I stroked the daddy's dimes at least a couple of times
Before I broke their heart
You know where it ends
Yo, it usually depends on where you start

I knew this kid named Max
He used to get fat stacks on the corner with drugs
He liked to hang out late He liked to get shit faced
And keep pace with thugs
Until late one night there was a big gun fight &
Max lost his head
He pulled out his chrome .45
Talked some shit
And wound up dead
Now his wife and his kids are caught in the midst of all of his pain
You know it crumbles that way
At least that's what they say, when you play the game


God forbid you ever had to wake up to hear the news
'Cause then you really might know what it's like to have to lose
Then you really might know what it's like 
To have to lose...